jueves, 1 de enero de 2015

Sin novedad en el frente

Paul Baumer se une al ejército alemán al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Junto a sus compañeros de colegio y a pescadores frisos, granjeros y trabajadores comunes, forman parte de los diferentes pelotones. Al llegar al frente oeste encuentran a Katczinsky, un viejo soldado, quien se convierte en mentor de Paul. Los soldados deben sobrevivir a frecuentes combates, y soportar los peligros y las duras condiciones de la guerra. Más que acciones heroicas se describen las constantes amenazas del fuego de artillería, la lucha por encontrar comida, la falta de entrenamiento y las posibilidades de morir a cada instante.

Del libro de Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente algunos párrafos traducidos al castellano.

Más abajo ponemos una foto de principios de siglo donde ciudadanos de Sarajevo leen sobre la anexión por parte de Austria.

 

Corremos agazapados como gatos, abrumados por esta ola que nos atraviesa, que nos llena de ferocidad. Que nos ha convertido en bestias…

 

Párrafos

 “… es de noche de nuevo. Estamos casi paralizados por el stress, una tensión mortal que se siente en la espina dorsal como un cuchillo filoso. Las piernas se rehúsan a moverse, nuestras manos tiemblan, nuestros cuerpos macerados se estiran dolorosamente reprimidos por la locura en un rugido ensordecedor. Ya no tenemos músculos. No nos atrevemos a mirarnos por temor a algo desconocido. Apretamos los dientes. Todo va a terminar. Tal vez sobrevivamos.

De pronto las explosiones cercanas cesan. El bombardeo continúa pero las explosiones caen detrás de nosotros. Nuestra trinchera está libre. Agarramos las granadas, las lanzamos adelante y corremos detrás. El bombardeo ha cesado. Ahora viene el ataque.

Nadie creería que en esta espantosa tierra arrasada todavía habría hombres. Pero cascos de acero aparecen por todos lados en las trincheras y a cincuenta yardas de nosotros una ametralladora ya está en posición y disparando.

Los alambres de púas están destrozados, sin embargo todavía ofrecen una barrera. Vemos venir a las tropas. Nuestra artillería abre fuego. Las ametralladoras y los rifles disparan. La carga comienza a abrirse paso.

Haie y Kropp empiezan con las granadas. Las lanzan tan rápido como pueden. Haie las arroja a setenta yardas. Kropp a sesenta. Esto se midió. La distancia es importante. El enemigo no puede hacer demasiado hasta estar a las cuarenta yardas.

Reconocemos las caras desfiguradas. Los cascos. Son franceses. Ya han sufrido demasiado para el momento en que alcanzan los alambres de púas. Una línea completa ha caído ante las ametralladoras nuestras. Fueron detenidos por un momento pero ahora se acercan.

Veo a uno de ellos. Su cara hacia arriba mientras cae en el alambrado. Su cuerpo cae pero sus manos permanecen suspendidas como orando.

En el momento en que retrocedemos tres caras se elevan desde el suelo. Bajo uno de los cascos un par de ojos me observan.

Levanto mi mano contra los extraños ojos y por un momento toda la matanza da vuelta alrededor. La cabeza se eleva, una mano, un movimiento y las granadas vuelan hacia él.

Retrocedemos dejando las bombas activadas, lo que asegura una fiera retirada. Las ametralladoras están ya disparando desde la próxima posición.

Nos convertimos en bestias salvajes. No peleamos, nos defendemos contra la aniquilación. No arrojamos las bombas contra los hombres. ¿Qué sabemos de ellos cuando la muerte viene a cazarnos? Por primera vez vemos sus caras. Por primera vez nos oponemos. Sentimos una furia salvaje. Ya no estamos ante el patíbulo esperando inertes. Podemos destruir y matar, y salvarnos. Salvarnos y vengarnos.

Nos acurrucamos detrás de cada esquina, detrás de cada barrera de alambres de púas, y lanzamos las cargas de explosivos a los pies del enemigo que avanza. Las explosiones de las granadas nos afectan los brazos y piernas. Corremos agazapados como gatos, abrumados por esta ola que nos atraviesa, que nos llena de ferocidad. Que nos ha convertido en bestias, en asesinos, sabe dios en que cosa. Esta ola que multiplica nuestra fuerza con miedo y locura y codicia por la vida. Buscando y peleando por nada o por nuestra salvación. Si tu propio padre viniera con ellos no dudarías en arrojarle una bomba.

Las trincheras avanzadas han sido abandonadas. ¿Son todavía trincheras? Han sido voladas en mil pedazos. Solo hay pedazos destrozados de trincheras, agujeros conectados por explosiones, nidos de cráteres, eso es todo. Pero las bajas del enemigo aumentan. No contaban con tanta resistencia… (Sin novedad en el frente, E. M. Remarque, 7)

Austrian annexation, Sarajevo
Ciudadanos de Sarajevo se enteran de la anexión austríaca, 1908


El autor

Durante la Primera Guerra Mundial Remarque se enroló en el ejército, a los dieciocho años de edad. En 1917 fue transferido al frente oeste. Fue herido por una esquirla en la pierna izquierda, el brazo derecho y en el cuello, y repatriado a un hospital en Alemania donde pasó el resto de la guerra.

 

El libro

Su fuerza no disminuyó con el tiempo. Al leerlo uno no deja de asombrarse por su modernidad. Fue muy alabado por decir la verdad acerca de la guerra, sus escenas vívidas de las batallas.

 

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De la web

Volver a casa después de la experiencia en la guerra de Vietnam contada en este video por sus protagonistas.

What Was It Like Returning Home From the Vietnam War?

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